Las relaciones con los demás

El ser humano es social por naturaleza, crece y se desarrolla relacionándose con otras personas, de ahí que lo normal sea que nos guste tener amigos y compartir nuestra vida, anhelos y aficiones con ellos. Pero no siempre sucede así.

Hay personas que encuentran auténticas dificultades para relacionarse con los demás y esto puede deberse a diversos motivos: excesiva timidez, temor a no ser aceptados, falta de habilidades sociales, etc.

Sin embargo, el problema es mayor cuando se debe a problemas de baja autoestima. Personas que no tienen amigos porque consideran que no tienen nada que ofrecer y que ninguna persona va a encontrar en ellos algo interesante o atractivo para desear mantener una relación de amistad con ellos. En tales casos, estamos hablando de personas con serios problemas de autoestima y con un gran complejo de inferioridad.

También poseen dificultad para relacionarse aquellas personas que poseen un trato mezquino con los demás, son personas que tienden a humillar, ridiculizar y que se mofan continuamente de los demás.

O aquellas otras que no respetan opiniones y pensamientos contrarios a los suyos, que se exaltan cuando le contradicen y que nunca muestran admiración o aprobación por las actitudes de otros, no son capaces de valorar ni reconocer los méritos de otras personas, sino todo lo contrario, sienten envidia por los triunfos o logros de quienes les rodean. Tampoco son capaces de mostrar afecto por nadie.

Algunos afortunados tienen estas habilidades sociales de forma natural, casi innata, y las aplican cotidianamente sin esfuerzo alguno. Pero ello no nos debe desanimar, porque el más común de los mortales puede también aprender a comunicarse mejor. Todos podemos cambiar a mejor sin que ello signifique menospreciar nuestra personalidad que, sin duda, se verá nítidamente reflejada en los posibles cambios que introduzcamos en nuestra manera de comportarnos con los demás. Partamos de que nuestra salud mental y equilibrio personal están muy relacionados con la forma en que vivimos las relaciones interpersonales. La convivencia, cómo nos sentimos con los demás, puede resultar reconfortante o convertirse en una pesadilla.

Dependerá mucho de nosotros. Vivir con los demás es un arte que puede aprenderse no sólo para caer bien, sino porque la integración social es un factor clave del bienestar emocional. Las habilidades sociales son una serie de conductas y gestos que expresan sentimientos, actitudes, deseos y derechos del individuo, siempre de una manera adecuada y de modo que resuelven satisfactoriamente los problemas con los demás.

Si cultivamos y dominamos estas habilidades podremos conseguir satisfacciones en el ámbito de la familia, de las amistades y en las relaciones amorosas. E incluso nos ayudarán a la hora de conseguir un empleo, de relacionarnos con nuestros jefes y compañeros de trabajo y de convencer de nuestras posturas o planteamientos.

Las habilidades sociales pueden enunciarse y describirse:

El lenguaje no verbal: Comencemos por la expresión de la cara. El rostro expresa las seis emociones fundamentales: miedo, rabia, desprecio, alegría, tristeza y sorpresa. Y hay tres zonas de la cara que representan estas emociones: la frente con las cejas, los ojos y la zona inferior de la cara.

La mirada

La sonrisa

La postura corporal

Los gestos

La voz, que acompaña, más de lo que pensamos, a la palabra.

Las mismas palabras con entonación diferente trasmiten sentimientos tan distintos como ironía, ira, excitación, sorpresa o desinterés. Un tono mortecino es señal de abatimiento o depresión. Una conversación que se mantiene siempre en el mismo tono resulta monótona y aburrida y suscita poco interés. Se hace oir más, comunica mejor, la persona que juega con las modulaciones de voz a lo largo de su charla. El tono, que tan poco cuidamos normalmente, es a veces tan importante como el propio contenido de nuestras palabras.

La Asertividad: El arte de convivir con los demás consiste en no quedarse corto y en no pasarse. Es un equilibrio entre ambos extremos, lo que se conoce como asertividad: ser nosotros mismos y resultar convincentes sin incomodar a los demás, al menos no más de lo imprescindible. La persona persuasiva, eficaz en su comunicación y que resulta agradable a sus interlocutores puede considerarse asertiva. Veamos lo que entendemos por quedarse corto y por pasarse.

La conducta asertiva es la más hábil socialmente porque supone la expresión abierta de los sentimientos, deseos y derechos pero sin atacar a nadie. Expresa el respeto hacia uno mismo y hacia los demás. Pero aclaremos que ser asertivo no significa la ausencia de conflicto con otras personas, sino el saber gestionar los problemas cuando surgen.

 

Habilidades elementales

Escuchar al otro.

Trabajar la capacidad de comprender lo que me están comunicando

Aprender a iniciar una conversación y a mantenerla

Aprender a formular preguntas

Saber dar las gracias

Presentarse correctamente ataviado

Saber presentarnos a otros y presentar a los demás

Saber hacer un cumplido, sin zalamerías y con afecto.

 

Habilidades avanzadas

Aprender a pedir ayuda

Capacitarnos para dar y seguir instrucciones

Saber pedir disculpas

Aprender a convencer a los demás, a ser persuasivo.

 

Habilidades relacionadas con los sentimientos

Conocer nuestros sentimientos y emociones y saber expresarlos

Comprender, valorar y respetar los sentimientos y emociones de los demás

Saber reaccionar ante el enfado del interlocutor y gestionar bien la situación

Resolver las situaciones de miedo.

 

Habilidades alternativas a la agresividad

Pedir permiso

Compartir cosas, sensaciones y sentimientos

Ayudar a los demás

Aprender a negociar, a consensuar, a llegar a acuerdos

Recurrir al autocontrol en las situaciones difíciles

Defender nuestros derechos cuando los veamos amenazados

Responder a las bromas cuando proceda

Rehuir las peleas, dialécticas y de las otras.

 

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